domingo, 14 de abril de 2013

LA GUERRA DE CUARTA GENERACIÓN EN VENEZUELA



 La Guerra de Cuarta Generación tiene a nuestro país en el escenario de sus objetivos políticos y ataques económicos. La misma está sostenida en la teoría del rumor y la rápida difusión y diseminación de sus mensajes. Es una permanente batalla que se produce a través de una constelación mediática comunicacional que está al servicio de los intereses económicos nacionales y transnacionales que dominan el mundo.

En Venezuela ya estamos viviendo esta guerra basada en la desestabilización psicológica y mental de la ciudadanía que genera, a su vez, una sensación de desorden, inestabilidad social y una confusión que impide que  la verdad se conozca porque todos tienen versiones diferentes y contradictorias de la misma.

En este perverso juego de caos socializado, la mentira y el odio son los instrumentos  intangibles  que operan como los peones de un juego sucio del que no se tiene conciencia. Esta guerra se gesta en unos laboratorios conformados por equipos interdisciplinarios,  provenientes de  diferentes áreas del conocimiento entre las que se encuentran: psicólogos de la conducta, psicoanalistas, publicistas, encuestadores, sociólogos sociales, lingüistas, semiólogos, políticos, espías, antropólogos,  periodistas tarifados, expertos en informática, hackers, economistas,  etc.

Podríamos afirmar que los cuarteles de esta  guerra  están en los medios de [des] información y no en los partidos políticos que perdieron su función histórica de conducir y decidir  sobre la política  venezolana.

Sus acciones son coordinadas virtualmente a través de los medios noticiosos que convierten lo falso en real, una media verdad en noticia, una mentira en un acontecimiento internacional, pudiendo diseminarse sus contenidos sin control a través de las redes sociales encargadas de replicarlas exponencialmente.

Esta guerra va acompañada de otras acciones que alteran  la cotidianidad de los ciudadanos, sin distinguir entre adversarios y aliados por su carácter disociador y enajenante.  Se apoya en la participación inmediata de los sectores económicos involucrados en el golpismo desde 2002 facilitando, por ejemplo que haya escasez de productos de la dieta diaria, acaparando a gran escala los productos claves de uso personal, aumentando progresivamente los precios e incidiendo en el impacto inflacionario, retrasando las importaciones de medicamentos, repuestos e insumos en general, etc.

En estos momentos electorales se está viviendo esta guerra sucia con un alto nivel de intensidad porque el propósito es generar desesperación y dudas sobre un devenir pintado de incierto y caótico. En consecuencia, semejante  situación no sería un aliciente para continuar  votando por un ensayo político que se estrena desde 1998 como pacífico y democráticamente posible  en el marco de la Carta magna y las leyes.

Esta guerra se considera una modalidad de Golpe de Estado silencioso que debe  ser enfrentado con las mismas armas que el  enemigo utiliza; no obstante, existe el problema funcional al determinar que el adversario, por ser virtual, nos confunde, aunque al ser identificado puede ser nuestro hijo, la hermana, la amiga fraterna, el  vecino, el compañero de asados, el profesor inteligente y estrella del magisterio, el cura  párroco, la novia o la esposa. Las consecuencias de este proceso  de asocialización ya se observa al empezar a desintegrar familias, grupos de amigos, noviazgos, matrimonios, empresas, entre otros.

No se olvide que el  propósito de esta guerra es dividir la familia, segmentar los grupos sociales y anular las relaciones y vínculos  que una nación necesita para su indispensable integración. En esencia estamos participando en un tipo de guerra en el que el enemigo se define de otra manera y los daños colaterales que produce son de orden social y familiar, psicológicos y mentales, posiblemente difíciles de superar porque esta guerra es sin cuartel y terminará cuando el país y su petróleo caigan en manos de los sectores vinculados con la burguesía local y el imperio. De nuestra parte quedará luchar para que ello jamás ocurra.

Aparentemente la guerra de cuarta generación se percibe como escaramuzas inocentes y de enfrentamientos verbales y de grupitos a través de  ideas cortas por el twitter, chistes en serio por el Facebook, mensajes de textos en cadena, como si la confrontación fuese sin ideologías y dirigidas contra hombres descontextualizados y sin historia. El caso del Presidente Chávez es el más emblemático de esta experiencia de terrorismo mediático y económico observado en este continente americano y en el mundo globalizado.

El paradigma de esta guerra tiene un marco conceptual  y operacional completamente diferente a lo convencionalmente conocido, porque  el combate se da en nuestras mentes y se refuerza en los comentarios del día a día, en las compras  cotidianas de los abastos y en las bodegas con una especulación inexplicable  y en las farmacias con medicamentos claves desaparecidos de las vitrinas.

No olvidemos que el fin de esta particular guerra es alienar nuestra conciencia para neutralizarnos y dominarnos mediante la inseminación del miedo, la defensa de una democracia abstracta y estandarizada, el rescate de una libertad que los venezolanos ya poseemos y el ofrecimiento de una salvación externa proveniente siempre de los países hegemónicos  de la economía del  mundo occidental, nunca  la discusión tiene  como escenario autónomo los países de la región ni a los protagonistas  que han sido históricamente excluidos. Los voceros de esta guerra mediática son los expertos legitimados en sus títulos llenos de universidad y exclusión, pensamiento neoliberal y anticomunismo  mackartista,  endoracismo e intolerancia de la jamás vista en la patria mestiza del Padre Libertador Simón Bolívar.

La guerra de Cuarta Generación promovida por el poder imperial y sus socios en Venezuela se juega la batalla más importante, la patria también.

El voto es el arma de los que tienen la  razón y en las urnas electorales del 14 de abril se entierran a los promotores de la violencia y la traición.

PEDRO RIVAS/ ULA- Facultad de Humanidades y Educación Mérida, 14/03/2013

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